Crónica de paleros
Por FERNANDO A. DE LEÓN
Sorprendentemente, hasta ahora, no me había dado cuenta de que un carpintero cualquiera y un sobrio intelectual de una empinada trayectoria académica podrían tener serias y contundentes evidencias de que, aún con esas notorias diferencias; suelen coincidir con los maltratos infligidos por paleros, a indefensos ciudadanos.
Hay dos experiencias existenciales de los avatares de mi infancia y una adultez que apenas cruzaba la adolescencia; sí parto de mí ignorancia o ingenuidad de otros tiempos, que me han convencido de la realidad que sustenta el encabezado de este artículo.
Dicho esto, daré cuerpo a esta crónica yéndome a unos de los protagonistas de esas etapas. Cuando era un imberbe, apenas cursando grados elementales, conocí a un hombre cuyo nombre de pila, si mal no estoy informado, era José Antonio Jiménez; pero que apodaban “Balá”.
Este hombre, un tanto bajetón, robusto y macizo; de cabeza pelona y pequeña con relación a su corpulencia; tenía semblante adusto. Sin embargo, varias veces observé cómo solía repartir alimentos entre mujeres humildes que residían en la calle Caracas, entre doctor Betances y la avenida Vicente Noble; en el sector capitalino de Villa Francisca,
Empero, no era el único favor que prodigaba Balá; casi todas las noches acogía con beneplácito a un grupo de chiquillos que, arremolinados en la sala de su casa, disfrutábamos de las imágenes, a blanco y negro, de aquel novedoso y reciente artefacto: la televisión.
No fue ni una ni dos veces, que algunos de los muchachos del barrio asistíamos presurosos con pantaloncitos cortos; a veces descalzos o en chanclas, a la casa de Balá. Delirábamos con los muñequitos de entonces. Por ejemplo, Tom y Jerry, y el Gato Félix (ésta sí que es una coincidencia, no nos referimos al felino actual que ha depredado al Estado y sus contribuyentes); así como de la sonada serie del oeste, Cisco Kid.
Pasó el tiempo, y la muchachada de ese otrora se dispersó. Y luego de hacer conciencia sobre las actitudes del inefable personaje, hube de explicarme sobre el porqué de algunos entreverados sucesos políticos y, sobre todo, las causales que dieron origen a un palero como Balá. Como se esperaba; este rudo carpintero, más tarde fue ajusticiado.
Al margen de la experiencia con el personaje de marras, lo que no he logrado entender es cómo, a la distancia, personas que distan mucho del analfabetismo de Balá; hayan coincidido con aquél, en lo que concierne a un fanatismo político que raya en lo obseso-compulsivo. Me refiero a que al igual que él, dirijan y aúpen turbamultas y bandas de paleros.
Me cuesta trabajo creer, el que políticos de trato afable, a quienes traté mientras hacía de reportero tanto aquí en Nueva York como en República Dominicana, sustentándose en la ley 6132 sobre la libertad de expresión, y apelando a una supuesta ofensa a su honorabilidad; hoy, luego de un atropello acontecido el pasado cinco de noviembre, auspicien los abusos de otros paleros, patrocinados por desaprensivos, enquistados el Partido de la Liberación Dominicana (PLD).
Nunca imaginé que, por una cerrazón política, actuando como otros paleros, con otras modalidades; algunos estuviesen de acuerdo con una censura previa y, que por demás, consintieran en que se maltrate a una dama como Jeanne Marie Delgado.
Y lo que es más, que entiendan, precisamente ahora, que el ejercer el periodismo es ofenderlos en su presunto decoro y honor. Definitivamente agredir a periodistas y fotorreporteros y despojarlos de sus equipos de trabajo; es una acción de gente que tiene vocación de paleros. Aunque esta vez, contrario a Balá, sean paleros ilustrados; pero paleros al fin.
El autor es periodista, asesor del CDP en Nueva York, donde reside