Mi Ventana Óptica Nuevos métodos esclavistas

Por Alejandro Almánzar
Al referirnos a la esclavitud, nos detenemos en la “posesión de una persona tomada en propiedad por quienes buscan aumentar su capital”, pero se trata de un conjunto de formas y normas establecidas, en que a veces ni sabemos cuándo estamos sometidos.
Si es cierto que la generación de capital es la primera fuente para eso, existen otros métodos que lo aplican de la peor manera, pues es innegable que el duro trabajo deja grandes cicatrices físicas que afectan hasta la conciencia, pero a estos se suman ideas y creencias que marcan con mayor crueldad e impiden liberarnos.
Cuando no podemos pensar por cuentas propias, movidos y actuando por mandatos de mentes y cerebros distorsionadoras, que ofreciendo un supuesto bien después de la muerte nos hunden en la servidumbre.
La esclavitud se remonta a la antigüedad, desde mucho antes de la Era actual, pero la misma pudo aparecer cuando alguien entendió que la explotación de sus semejantes otorgaba estatus económicos y sociales, dando inicio a un capitalismo criminal en lo que lo humano y espiritual no tiene espacio y ni siquiera sentido.
De ahí, que “Dios”, haya sido otro medio para subyugar a los humanos en lugar de emanciparse. Herramienta para llevar a la persona a ser dependiente, a temer a los retos, a lo desconocido, pues alguien sometido así nunca encontrará el sendero de la liberación, alguien robotizado mentalmente para sólo obedecer y cumplir mandatos de los “sabios e inteligentes”.
En lenguaje de Narcisazo, “es mas peligroso la inteligencia en cabeza de malvados, que el cuchillo en mano de un loco”. Estamos en poder de individuos dominados por los deseos de posesión y la gula de tenerlo todo al precio que sea.
Pero, la peor sumisión no necesariamente será la que somete al hombre al duro trabajar a cambio de una mísera moneda, porque sus efectos son en el cuerpo físico, nada tan perverso como matar la autoestima del ser humano, con fines de hacerlo andar por el mundo como hoja seca que el viento mueve a su antojo, para desviarlo del valor espiritual que traemos por nacimiento.
La gente cae esclavo del alcohol, las drogas, el sexo y otros disfrazados de placeres, como el caso de la tecnología, pero esto tiene un propósito, ya escuchamos a la familia afirmar sentirse sola aun teniendo a alguien al lado, porque la adicción a dispositivos electrónicos no les da tiempo para echar un conversado con los suyos.
El hombre nace libre y espiritualmente lo es, capaz de innovar y ayudar a producir cambios para bien del prójimo, pero esto queda bajo los escombros de las prédicas y doctrinas que le roban la capacidad de pensar y organizar ideas.
Ejemplo, hoy vemos este movimiento migratorio y alguien puede creer se trata del altruismo de estas potencias, pero no, buscan manos de obra baratas, que por su statu legal serán explotadas, una historia viejísima.
La Revolución Francesa, dicen, puso fin a esto, pero en realidad, desde entonces sólo cambió los métodos esclavistas, pues seguimos en iguales condiciones con la Medicina, la política, la iglesia y el comercio para favorecer a amos y señores a cambio de una magra subsistencia, de lo que ni los animales “inferiores” escapan, pero incluso, inculcarnos la creencia de que sólo somos “pobrecitos pecadores” pudiera resultar en la peor ignominia.
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