Mi ventana óptica El drama migratorio

Por Alejandro Almánzar
Hay suficientes razones para preocuparnos por el destino de la humanidad. Insisto, creo en los cambios, como parte de la dinámica existencial, pero al ritmo que marcha la descomposición, nos alerta de que terminaremos mal.
Que el mundo de los humanos requiere de una reingeniería social para que no superemos al animal irracional, pues, la falta de empatía, amor, solidaridad, respeto, consideración y comprensión va ganando mucho terreno.
Esto es palpable en sociedades modernas, donde sectores poderosos sólo se enfocan en ejecutar agendas personales. Como si de repente, el hombre hubiese sido despojado de aquellos valores que nos enseñaban sobre el dolor ajeno y a estar pendientes a los demás.
Sólo esto último, podría explicar el éxodo masivo de poblaciones que, aunque no es nuevo, hoy, quizás por el avance de la tecnología lo hace evidente, así como el viacrucis de quienes se ven obligados a iniciar semejante travesía.
¿Estará relacionado esto con la Covide19? Esta pandemia sin dudas aumentó el mal ya existente en países pobres, pero sabemos, el ser humano, como cualquier animal hambriento puede perder hasta el razonamiento mismo y lo hace todo, en busca de una mejor vida, sin importarle peligros y obstáculos.
Europa, es el mejor testigo de excepción, porque tiene el privilegio y la desdicha de hacer fronteras con países y culturas donde las condiciones de subsistencias son precarias, lo cual le crea problemas migratorios.
Alemania, por ejemplo, es la de mayor acceso terrestre entre países vecinos, aunque no sabemos, qué tan tentativo sea emigrar a esta nación buscando una colocación en el mercado laboral, pero sí, en 2022, recibió 2.1 millones de personas en calidad de refugiados por distintas causas.
Incluyendo los que huyen de persecusiones religiosas, política y no faltan los que salen empujados por el hambre y falta de garantía de existir. Aunque los alemanes, también emigran a otras tierras, posiblemente por causas muy distintas, es casual un país de América donde no tengamos algún asentamiento de ellos.
Esta nación, con una frontera de 3,767 kilómetros, compartida con Dinamarca al Norte, Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo y Francia al Oeste, por el Sur, con Suiza y Austria y al Este, con la República Checa y Polonia.
Como recordamos, recientemente Francia fue estremecida por una de las manifestaciones mas violentas que recuerde y es atribuida a mucha gente que vive allí como si no existieran, como si el Estado galo hubiese perdido la capacidad de regularizar a esa masa humana llegada ilegalmente.
No recuerdo tantas personas abandonando sus naciones, una tragedia, tanto para el país receptor como ese individuo, que sale sin entender por qué no puede vivir dignamente entre los suyos. Es el asombro con la administración Biden, apostando a la inmigración irregular, aun sabiendo, los imperios no apuestan al azar, donde todo está bien pensado, pues la pandemia mató millones de personas en que muchas manos de obra se perdieron y los capitalistas las demandan.
Y, llama poderosamente la atención, que los medios de comunicación estadounidenses ni se den por enterados de una realidad que a Los Estados Unidos pudiera resultarle adverso para sus planes de hegemonía mundial.
Que posiblemente por eso, países en el viejo Continente, están negados a recibir indocumentados, una mano de obra apetecida por el empresariado explotador, pero estos quieren evitarse el drama migratorio que eso representa.
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