Mi ventana óptica Los negocios de Trujillo
Por Alejandro Almánzar
Los acuerdos de Trujillo y autoridades haitianas, es el mejor ejemplo de la forma unipersonal en que manejaba el Estado dominicano, como si se hubiese tratado de la propiedad privada suya, la cual en base a sus intereses comprometía a su discreción.
Lo que llevó a La República Dominicana a perder importantes territorios, cedidos a los haitianos, sólo para el tirano perpetuarse en el poder y mantener controlada a gene de la oposición que consideraba sus enemigos.
Así lo establecen historiadores como Bernardo Vega, que entregar esos territorios nada más tenía como fin comprometer al presidente haitiano, Sténio Vincent, a no permitir allí a enemigos de su régimen, un hecho conocido desde hace tiempo, pero ninguna autoridad de este lado ha ordenado investigar.
Entre los territorios entregados, están San Rafael de Angostura, San Miguel de la Atalaya, Hincha, Las Caobas y Juana Méndez. Siempre nos llamó la atención que en el lado haitiano existieran pueblos con nombres hispanos, hasta descubrir que habían sido poblaciones del territorio nuestro que la componenda entregó al vecino Estado.
De esta manera, Haití aumentó su territorio en 6,663 kilómetros cuadrados entre 1929 y 1936. Investigadores aseguran, que fue ese el detonante de la llamada masacre que en 1937 hizo el tirano, al descubrir que desde aquel lado lo habían engañado en el trato, porque los haitianos seguían dando protección a los que huían de su régimen. Sostienen, que Trujillo también exigía la expulsión de los que allí se escondían. Que el déspota llegara a esos términos, no es de sorprendernos, pues a nadie que conociera de su ambición de controlarlo todo dudaría en que no tenía límite para mantener bajo control al enemigo.
Un caso que ilustra bien lo anterior, fue el del abogado, político, educador y escritor vasco, Jesús de Galíndez, en 1956; raptado en New York, montado a la fuerza en un avión y entregado por las autoridades estadounidenses al dictador, quien lo desapareció como era costumbre hacer con el enemigo.
Haciendo gala de los tentáculos que poseía aquel régimen, con capacidad de sobornar y comprometer con sus acciones a autoridades como las norteamericanas, pues para que eso sucediera debió involucrar al gobierno federal, ya que, el gobierno estatal difícilmente pudiera hacerlo.
Si analizamos las constantes estrategias de los haitianos para obtener el aumento territorial, entonces entenderemos mejor sus escaramuzas con la construcción de un supuesto canal que desviaría el caudal del río Dajabón, sin ningún estudio de lo que demanda dicha obra.
Pero no sólo Trujillo, Horacio Vásquez, también cedió al chantaje haitiano, entregándole más de seis mil kilómetros, aunque estos primeros acuerdos fueron una negociación entre España y Francia que convinieron para dejar la división territorial pactada de una vez y por toda entre ambas naciones.
Por su condición de desprendido que siempre ha caracterizado al dominicano, estos hechos han pasado desapercibidos sin que ninguna autoridad ordene investigar cómo tantos poblados dominicanos pasaron a ser del país vecino, sobre todo, aquellos que el dictador como estrategia de perpetuarse en el poder regaló.
Esa revelación echa por tierra el mito de quienes dicen que Trujillo era nacionalista y patriota, cuando sólo era amigo del poder, capaz de todo, para mantenerse al frente de su finca con la que hacía cualquier negocio que le garantizara seguir gobernando, como los pactados con Haití.
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