Autocracia y fantasía
Por Fernando A. De León
Siempre hemos dicho que, cuando el pueblo se deja vencer por sus necesidades, es capaz de conciliar con sus diezmadores. En lo que conocemos, como nunca antes, en República Dominicana se había presentado un fenómeno político como al que asistimos en estos tiempos.
No se entiende la precaria calidad de vida de la mayoría de los dominicanos, aupados por un denominado cambio, en el que hay los mismos malestares y la carestía desproporcionada de los alimentos. Aun así se apuesta a que el presidente Luis Abinader ganará las elecciones presidenciales y congresuales de mayo próximo.
Se han suscitado, desde ecocidios, incremento de la delincuencia, clonaciones y otros fraudes en tarjetas de beneficios; quiebras de pequeños negocios; y los medios de comunicación televisivos nos bombardean con diversas quejas, en poblaciones de nuestras zonas rurales.
En el entretanto, sectores pensantes y hasta los que todavía se precian de izquierdistas, se mantienen callados. Han optado, si no por aliarse al partido de gobierno, en argumentar que tenemos de frente “lo menos malo”. Y tal parece que no hay otro camino; pero está por verse qué saldo de desventuras nos deja el presente.
Tienen una concepción un tanto nihilista de la actual realidad; adversando el orden de cosas, adoran a su Dios autocrático y fantasioso: el presidente Luis Abinader.
Ahora, algunos incursionan en las comunicaciones. Se han adentrado en otros menesteres, y, repiten que no es tiempo de la izquierda, mientras se acomodan a los designios de la clase dominante.
Están bien apoltronados. Sobre lo acontecido con opinantes y periodistas, antes severos críticos, diremos: “muy bien, gracias”.
Admitimos que el buque insignia del gobierno es el turismo. Pero, aparte de que ya estaba trazado su progreso, es un estamento que no requiere de mucho esfuerzo; avanza sin la mayor reingeniería estratégica de un ducho timonel.
Además, como nunca antes, ha pensionado a más personas pobres. Esto, aunque en Pensiones Especiales y de Solidaridad, el mandatario ha otorgado algunas de montos exorbitantes, a quienes no se lo merecen. Pero, se ha hecho el desentendido en facilitarles dignas pensiones a esforzados profesionales.
El autor es periodista, miembro del CDP en Nueva York, donde reside.