¡Reverdecimiento!

Por Fernando A. De León
Como no tengo la necesidad de objetar mi conciencia ni como periodista ni ciudadano común; asistí a la marcha verde del pasado 22 de enero mientras me encontraba vacacionando en Santo Domingo, República Dominicana.
 
También reverdecí y  sentí renovados bríos al firmar el libro contra la impunidad. Nadie podría auscultar sobre mi conducta que, hasta el momento creo coherente con mis principios; es decir, no soy de los que comienzan mal y terminan bien. He hecho camino al andar sin caer en sinuosidades.
 
Asistí a la marcha porque no  tengo la necesidad de objetarla. Sobre todo en una nación donde los que nos gobiernan se alían a todo tipo de cáfilas y gambusinos para llegar al poder. Subsecuentemente, en esa marcha podría haber mansos y cimarrones; pero si lo que es igual no es ventaja, entonces no tenía razones para descalificarla.
 
Si siempre he sido un “resentido” que ha canalizado ese fardo sin ser un misántropo y apoyando nobles causas y no tenía motivos para desdorar el sacudimiento de jóvenes que, esperanzadora y felizmente me retrotrajeron a épocas de más nobleza y heroísmo; se justifica mi solidaridad.
 
Si los que me educaron con prédicas que no practicaron me han defraudado y, los que deben ser ejemplos de orientación han perdido su norte y se han prostituido; entonces, y con más fe, tenía el deber de tornarme verde.
 
Si por mantener cierta coherencia, como tantos otros he sido víctima del establishment y las políticas públicas y sólo se podría cuestionar mi actitud contestataria; con más razón tenía la imperiosa necesidad de marchar, no junto a una muchedumbre, sino a toda una masa de todos los barrios y confines de la República Dominicana.
 
Si aunque sé agradecer a los que me han hecho favores, no he tenido la necesidad de apelar a cuentos de caperuzas y leyendas provenientes de la España decimonónica para defender lo indefendible, entonces, qué más da, tenía necesariamente que arrimarme a esa marcha.
 
Si en mi familia inmediata (en este caso me refiero a los De León de mi hogar materno monoparental), nadie ha sido apresado por narcotráfico ni delincuente y no hay ninguno en cargo consular o diplomático; no han obtenido becas y mucho menos botellas del Estado; tenía sobradas razones para acudir a esa marcha.
 
Si no presumo de intelectual y no asisto a contertulios con oportunistas de ese sector, no he sido confidente, no poseo ningún tipo de armas, no saboreo exquisitas bebidas, ni beneficiado con ningún apartamento; con mucha razón justifico el haber marchado con zancadas verdes y a la vez estampar mi rúbrica reverdecida en un documento que demanda justicia.
 
Si los que me juzgaron a priori y entendieron que en Nueva York incurriría en ilicitudes y vicios,  perdieron la apuesta, porque no he sido corrupto ni como migrante ni periodista y he recogido hasta heces fecales para no delinquir, y aun así ello no se reconoce; está claro que con más reciedumbre y reverdecimiento, debí trotar el pasado 22 de enero y también como otros, manifestar mi protesta en un libro verde.
El autor es periodista, miembro del CDP en Nueva York, donde reside.