Por Fernando A. De León
Hace cierto tiempo, un dominicano de esos que circulan en esta urbe neoyorquina como en República Dominicana; con el mayor desenfado, me dijo que el que trabaja como obrero y duramente, es porque “no sabe hacer otra cosa”.
Bribones como este, de los que pululan por decenas en nuestro país, obviamente, nos dan a entender que el trabajo, cual que sea, al margen de la profesiones como la del periodismo, no dignifican; al contrario, minimizan y eclipsan el perfil profesional.
Y no pocos de estos personajillos, que considero hombres-proyecto con el que nunca aterrizan y engatusan a todo el mundo, se insertan en lo mediático. Incluso en ciertos escenarios donde se les considera periodistas.
Esto, en lo que se corresponde con la banalización de nuestra tarea. En cierta forma, el periodismo, al menos en nuestra sociedad, es la cenicienta de nuestras profesiones. Todo el mundo la invade.
Pero hay más. Gozan de crédito entre funcionarios y los gobiernos de turno. Algunos hasta han sido pensionados por gobernantes tradicionales. El mismo beneficio, han conseguido en organismos profesionales como el Colegio Dominicano de Periodistas (CDP). Sorprendentemente, sin calificar; son matriculados como miembros de esa entidad comunicacional.
Realmente en nuestra sociedad estereotipada y de debilidades institucionales, estos individuos que siempre están de acuerdo con todo el mundo; son corchos; cabilderos, y no discuten ni disienten de nada ni de nadie. Siempre presentan una plataforma de concepciones con las que pareciera tienen la panacea que nos hará más felices, estables y bonancibles.
Pero siendo unos farsantes, para muchos; son exitosos. Los gobiernos y otros poderes fácticos los bien valoran aunque rechacen a otros que trabajan calladamente, pero que no siempre están de acuerdo con el sistema ni la partidocracia. A su favor, actúa la inconsciencia de la infravaloración que desprecia a las gentes decentes y de probada resiliencia ante las adversidades.
En República Dominicana y en la urbe neoyorquina, en nuestro conglomerado dominicano persisten los desdoblamientos en desmedro de la gente que se respeta. Y esto porque, sobre todo, ser y pensar diferente a la mayoría, nos relega a la otredad, y terminamos siendo los nadie.
El autor es periodista, miembro del CDP en Nueva York, donde reside.